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La nefasta “tablita cambiaria” que le dio nacimiento a la Patria Financiera

La nefasta

José Martínez de Hoz, inventor de la “tablita cambiaria”, fue el primer Ministro de Economía de la dictadura cívico militar que lideró el asesino Jorge Videla en 1976.

El inventor de la pólvora, Martínez de Hoz, murió a los 87 años, en marzo de 2013. No sólo fue el primer Ministro de Economía que asumió luego del criminal Golpe de Estado de 1976, fue también quien llevó al país a una ruina que acaso pocos recuerden. Lo apodaban Joe, y fue parte del mal llamado “Proceso de Reorganización Nacional”. En su derrotero exhibió haber sido Presidente de Acindar y de Petrosur. Fue también director de la Aseguradora Buenos Aires y trabajó como ejecutivo en la distribuidora de energía Compañía Ítalo Argentina de Electricidad.

Ocupó el ministerio de Economía desde 1976 a 1981. Durante esos años, el daño que le provocó al país fue irreparable. Cuentan que Martínez de Hoz tenía un enfrentamiento irreductible con el almirante Emilio Massera, integrante de la Junta Militar y asesino vocacional que la historia argentina registró con fatídica elocuencia.

Cuando la Junta Militar dio el sangriento Golpe del 24 de marzo de 1976, este economista se presentó como la solución para el país, luego de que María Estela Martínez de Perón, una inepta insalvable, dejara a la Argentina en una situación penosa, tanto en lo institucional como en lo económico.

Ya sobre el final de su gestión, Martínez de Hoz se convirtió en el fracaso viviente, porque no consiguió construir el bienestar que habían anunciado los militares golpistas. Se fue dejando una monumental deuda pública externa, un feroz atraso cambiario y una invasión inédita de productos importados.

Entre sus medidas, Joe pudo controlar temporalmente la inflación, abrió la importación de manera despiadada, porque pensó que de ese modo estaba provocando una modernización de los equipos y maquinarias de la industria. Además bajó las retenciones, con lo cual generó un leve impulso a la producción agrícola que por entonces tenía a casi todo los obreros rurales en negro, como le corresponde a una casta brutal y acomodada que, en su mayoría, había heredado las tierras de la pampa húmeda gracias a los oficios del General Rozas, cuyo nombre completo era Juan Manuel José Domingo Ortíz de Rozas.

Martínez de Hoz generó una aparente estabilidad, luego de que el “Rodrigazo” de 1975 había disparado al dólar a casi 43 pesos. Luego de algunas medidas logró hacer bajar el tipo de cambio, pero esa pseudoestabilidad estaba sostenida por un déficit fiscal apabullante que se sumó a la caída de la industria nacional, ya que con la apertura de la importación las empresas locales dejaron de vender y por lo tanto bajaron sus persianas.

El 2 de abril de 1976, Martínez de Hoz anunció un programa económico que nunca pudo cumplir. También alardeó con la llamada “Reforma del Sistema Financiero”, que fue la piedra angular como para que se genere en Argentina una serie de comportamientos especulativos conocidos luego como “bicicleta financiera”, “plata dulce” y “patria financiera”.

En 1976 también se firmó un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional, en el cual se incluía la creación de un mercado único y libre de cambios. Eso hizo repuntar levemente la inflación y tuvieron que pactar una medida donde congelaban los precios por un lapso de 120 días que debía durar hasta junio. Finalizado ese periodo, comenzó otra escalada de precios que el ministro decidió combatir poniéndole freno a la expansión monetaria, al déficit y al crédito. Las tasas de interés treparon por encima de la inflación y los sectores empresarios que antes habían adherido a la economía de la dictadura militar, decidieron despegarse lentamente y disimuladamente.

Martínez de Hoz había logrado evitar la hiperinflación, revirtió la fuga de capitales y recuperó algo de las diezmadas reservas que había dejado la viuda del Pocho Perón. Pero cuando a fines de 1976 la inflación comenzó a repuntar, tuvo que tomar medidas drásticas.

Los empresarios argentinos se habían acostumbrado a créditos con tasas inferiores a la inflación. Esto, en la práctica, era un regalo o un subsidio. El encarecimiento de la tasa de interés impactó de manera directa en la industria, que bajó abrúptamente la producción hasta que en 1978 hubo recesión. Para evitar la pérdida de competitividad empresaria, este esperpento inventó la tristemente célebre “tablita cambiaria”. Que fue ni más ni menos que una devaluación programada y gradual, conocida también como “crawling peg”. 

Las consecuencias de la “tablita”

Presentado este panorama, las consecuencias de la penosa “tablita cambiaria” fueron tremendas. Los capitales extranjeros comenzaron a ingresar en dólares, compraban pesos y se colocaban en tasas de interés superiores a la inflación y más altas que la devaluación. Al poco tiempo compraban muchos más dólares de los que habían ingresado y se fugaban con los verdes afuera del país. Había nacido la famosa “Bicicleta Financiera” que coexistió con el atraso cambiario. Esto dio como resultado un fenómeno al que los economistas llamaron “plata dulce”.

Por entonces, el sistema bancario había sido reformado y se permitía libertad de tasas. Se mantenía la garantía de los depósitos de plazo fijo a cargo del Banco Central. Lo que sucedió fue una debacle financiera y el país no pudo controlar el déficit.

En 1981 Martínez de Hoz abandonó la “tablita” y devaluó, poco antes de dejar el cargo que terminaba junto a la presidencia de Jorge Rafael Videla. El nuevo presidente militar golpista que asumió fue Robero Viola, quien nombró como Ministro de Economía a Lorenzo Sigaut. La herencia era imposible: debieron enfrentar a los mercados que estaban convencidos de que la devaluación seguiría. El ministro Sigaut lanzó su frase tristemente recordada: “El que apueste al dólar, pierde”. El tiempo fue canalla con los argentinos y el paso de los días fue un verdugo impiadoso para los ciudadanos de un país que ya casi ha perdido la memoria: Se desató una escalada hasta entonces inédita de devaluaciones seguidas por inflación.

Así nos fue.

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