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Los valientes ingleses que se confinaron para rescatar al resto del país de la peste

A poco más de 50 kms al sureste de Manchester se halla una tranquila ciudad dormitorio de apenas 900 habitantes, su nombre es Eyam de Derbyshare, y ha pasado a los anales de la historia De esta forma tal como la «aldea de la peste». Debemos remontarnos hasta el verano de 1665, instante en el cual una epidemia de peste bubónica asoló media Europa, Inglaterra incluida. Se considera que tan Solo en la capital inglesa falleció la 4ta una parte de la población, unos cien mil londinenses. La epidemia alcanzó a las islas británicas en barcos mercantes holandeses provenientes de Ámsterdam que transportaban algodón. La primavera y el verano de aquel año fueron inusualmente cálidos, favoreciendo la difusión de la enfermedad. Las pésimas condiciones higiénicas se dirigió el otro ingrediente que contribuyó al incremento del número de contagios y a la propagación de la epidemia hacia el norte de Inglaterra. Muy quizás la peste penetró en Eyam A lo largo de unas telas que había encargado el sastre de la ciudad –Alexander Hadfield- y que estaban infestadas de pulgas provenientes de Londres. A los pocos días de la recepción Hadfield y su asistente fallecieron, fueron las primeras víctimas de una larga lista. Las siguientes semanas fueron devastadoras, no había familia en la que alguno de sus integrantes no pasara a formar parte de la nómina del reino de Tánatos. Las calles no tardaron en quedarse vacías, las puertas de las casas acudieron pintadas con cruces blancas y en su interior tan Sólo se oían los últimos lamentos de los moribundos. Se dirigió entonces en el momento sus residentes decidieron sacrificarse por el bien de los ingleses, entendieron que la única manera de eludir que la epidemia se propagase a distritos vecinas era infringirse una forzada cuarentena. Los mojones de la peste
Por iniciativa del pastor Monpesson se ordenó un cordón sanitario, se colocaron unos enormes hitos de piedra o bien mojones perimetrales en las fueras de Eyam, que marcaban el límite máximo hasta el que se podía salir. Ni siquiera se permitía sobrepasarlos a las personas que todavía se encontrasen asintomáticas. Llegado ese punto, tan Sólo faltaba solucionar un “pequeño problema”: el autoabastecimiento. Desarrollaron una ingeniosa estrategia, en las piedras que marcaban el perímetro de seguridad realizaron agujeros y en ellas depositaron monedas impregnadas en vinagre. La explicación a esta estrambótica práctica se encuentra en que en aquella época se pensaba que el ácido acético era un poderoso desinfectante, de forma que los comerciantes se sintiesen seguros, sin correr el peligro de contagiarse, y que En el momento en que recogiesen las monedas depositasen sobre las piedras productos de primera necesidad que permitiesen a los habitantes de Eyam alimentarse. Así los irreductibles ingleses han logrado sofocar la epidemia e impedir que avanzase de forma inexorable hacia el norte. Este altruismo tuvo un costo muy elevado, se calcula que de los 344 habitantes de la aldea tan Solo sobrevivieron 67. Debido a la genética
Un grupo de científicos descubrió hace ciertos años que los descendientes directos de aquellos supervivientes portaban una mutación extremadamente excepcional en el gen CCR5 llamada delta 32. A pesar de este hallazgo, la comunidad científica no se pone de pacto en reconocer si es que esta mutación se dirigió clave para protegerles de la infección por Yersinia pestis o bien si lo que en realidad producía era una inmunidad cara otras enfermedades comunes en aquella época, Al igual que era la viruela. Han pasado más de tres siglos, Sin embargo Aún permanecen ciertos hitos cerca de del pueblo –a menos de un km del centro- y los turistas que hasta allí se acercan acostumbran a depositar monedas en ellos, en recuerdo de aquellas personas anónimas que sacrificaron su vida para contener la epidemia. Pedro Gargantilla es médico internista del Hospital de El Escorial (Madrid) y intérprete y escritor de Varios libros de divulgación