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El experimento con monos, chimpancés y humanos para comprender la evolución del lenguaje

Entre las cosas que nos definen Al idéntico que seres humanos está nuestra capacidad para el lenguaje. Este nos concede una ventaja evolutiva considerable: la humanidad ha prosperado a raíz de compartir pensamientos, cultura, data y tecnología, todo ello transmitido por medio de palabras. Si es que bien, su historia y cómo llegamos a perfeccionar el sistema Aún arroja muchos enigmas. Ahora, investigadores de la Universidad de Warwick consiguieron fechar cuándo establecimos las bases de lo cual sería nuestra comunicación vigente. Y ese instante está mucho más atrás de que fuéramos humanos: hace unos 30 o bien 40 millones de años, en el ancestro común que compartimos con monos y simios. Los resultados, que acaban de ser publicados en la revista «Science Advances», han sido elaborados por un elenco internacional de investigadores, dirigido por Simon Townsend, de la Universidad de Warwick (Reino Unido). Estos estudiosos han llevado a cabo un avance crucial en nuestra comprensión sobre de qué manera evolucionaron los bloques de construcción cognitivos, claves y básicos para el lenguaje. Palabras juntas, palabras separadas
Las palabras son las unidades clave para entender las oraciones. Las habilidades cognitivas para combinarlas son básicas para sustentar el lenguaje. Pueden darse dos opciones: si se complementan una a la vera de otra, lo cual se conoce Del mismo modo que «dependencia adyacente»; o bien si lo están haciendo No obstante sin estar pegadas, llamada «dependencia no adyacente». Por ejemplo, en la oración «el perro que mordió al gato se escapó» entendemos que es el perro el que se escapó y no el gato Gracias a que podemos procesar la relación entre la primera y la última palabra en el contexto de la oración. «La mayoría de los animales no pueden producir dependencias no adyacentes en sus propios sistemas de comunicación natural», explica Stuart Watson, estudioso de la Universidad de Zürich y que Además participó en el estudio. Por poner un ejemplo, los chimpancés comunes emiten más de 15 tipos de llamadas diversos con determinados significados: Cuando están emocionados, producen unos gritos que van aumentando de intensidad hasta parecer prácticamente ladridos; o bien los bonobos avisan a sus compañeros con una tonalidad específica Una vez que encuentran una fuente de alimentos. Pero no hay pruebas de sistemas complejos con estructuras de dependencia no adyacente. «Sin embargo, queríamos saber si es que, Sin embargo, podrían entenderlas», apostilla el estudioso. Un experiemento compartido
El Plantel de investigación usó un nuevo enfoque experimental en sus experimentos: crearon «gramáticas artificiales» en las que se utilizaron secuencias compuestas por tonos sin sentido en sector de palabras para investigar las habilidades de los sujetos para procesar las relaciones entre los sonidos. Dicho de otro modo, crearon una suerte de «lenguaje» con sonidos. Esto hizo posible comparar la capacidad de reconocer dependencias no adyacentes entre tres especies de primates diversos que no comparten un idioma común: titíes comunes (un mono brasileño), chimpancés y humanos. «A cada especie se le mostró una gran cantidad de secuencias acústicas compuestas de diversos sonidos. Estas secuencias eran predecibles, Puesto que el elemento auditivo ‘A’ significaba que el elemento ‘B’ ocurriría seguro más adelante en la secuencia, aun si es que A veces estaban separados por otros sonidos (por ejemplo, ‘A’ y ‘B’ están separados por ‘X’ )», explica a ABC Watson. «Esto simula un patrón en el lenguaje humano, donde, por ejemplo, Aguardamos que un sustantivo (por ejemplo, “el perro”) sea seguido por un verbo (por ejemplo, “se escapó”), independientemente de cualquier otra comunicado de la oración en el medio (por ejemplo, “que mordió al gato”). Procesar este tipo de relaciones distantes entre palabras o bien frases es crucial para el lenguaje». En los experimentos posteriores se reprodujeron combinaciones de sonidos que rompían las reglas aprendidas previamente (por servirnos de un ejemplo, ‘A’ va seguida de ‘C’ en lugar de ‘B’). A los voluntarios humanos Solo había que preguntarles de manera directa si es que creían que las secuencias de sonido eran afines o bien diferentes en comparación De este modo que habían escuchado Ya antes. Pero evidentemente con los animales el enfoque tenía de ser diferente: «Se confió en el hecho de que Cuando los animales escuchan algo inesperado, tienden a mirar cara la fuente del sonido. En consecuencia, predijimos que si podían procesar las reglas por las cuales nuestras secuencias estaban estructuradas, entonces deberían mirar hacia el altavoz A lo largo de más tiempo ahora de las secuencias que violaron sus expectativas», sigue Watson. Los resultados
Los resultados indican que las tres especies podían procesar De manera fácil las relaciones entre los elementos sonoros adyacentes, Sin embargo También pudieron entender las no adyacentes. «Si bien los titíes eran Generalmente un tanto más sensibles a los sonidos, no detectamos ninguna diferencia entre las dos especies en su capacidad para procesar dependencias no adyacentes», confirma Watson. Es por ello llegaron a la conclusión de que la capacidad para procesar los mecanismos de dependencia no adyacente está muy extendido en la familia de los primates. a su vez, esto implica que «esta característica crítica del lenguaje ya existía en nuestros antepasados primates, precedente a la evolución del lenguaje mismo, A partir de hace al menos 30 o 40 millones de años», asevera Townsend. «Se han efectuado experimentos afines en animales Antes. Aunque, presentamos los primeros datos que muestran que los chimpancés son capaces de procesar esta clase de secuencias acústicas. Esto es crucial pues, Del mismo modo que nuestros cuñados vivos más cercanos, las comparaciones con los chimpancés nos brindan datos particular sobre nuestro pasado evolutivo reciente», asevera A su vez Watson. Es decir, llevamos millones de años compartiendo con los primates la capacidad de comprender el contexto y la relación entre «palabras». O, al menos, entre sonidos.