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De qué forma el agua determina el mapa burócrata de la Luna

Afín que Ocurrió en África a finales del siglo XIX o bien en la Antártida a principio del XX, con la competición entre distintas potencias por reclamar sus supuestos derechos acerca de los territorios que iban «descubriendo», ahora la Luna se sitúa en el centro del escenario de una inédita carrera por situar banderas y garantizar futuribles derechos de explotación de recursos. NASA confirma la existencia de cantidades significativas de agua en las proximidades de los polos lunares. Estas reservas podrían ser utilizadas tanto para el mantenimiento de bases Del mismo modo que para la producción de combustible de naves con otros destinos, lo cual podría convertir a la Luna en una verdadera estación de tránsito en la expansión de los seres humanos fuera de nuestro hogar. La existencia de agua impulsa definitivamente los planes de NASA y de su programa Artemis, cuyo fin declarado es desarrollar un asentamiento definitivo. Artemis añade un protocolo para el desenvolvimiento de diversas actividades de forma abierta, segura y pacífica al que ya se han adherido Australia, Canadá, Italia, Japón, Luxemburgo, los Emiratos Árabes Unidos y el Reino Unido. Dos importantes potencias espaciales, República Popular China y Rusia, que prefieren conservar una independencia absoluta, han declinado la participación por distintas razones, lo que no es una sorpresa para absolutamente nadie. La Agencia Espacial Europea, que tiene su propia estrategia Pero De la misma forma colabora con NASA en el desarrollo de la exploración espacial, incluyendo la Luna, no ha tenido tiempo de pronunciarse Al respecto, a causa a sus complicadas dinámicas internas. Francia, con su pujante industria aeroespacial, y la India, una potencia incipiente, no se han pronunciado. Si Naciones Unidas no adquiere un papel más relevante que garantice tanto la letra De La misma manera que el espíritu de colaboración del Tratado del Espacio Exterior, estos posicionamientos podrían terminar degenerando en una carrera que dejaría fuese a los actores más retrasados tecnológicamente y produciría una explotación no deseable de un recurso que pertenece a todos. De exactamente la misma forma que Tuvo lugar con la Antártida y su tratado internacional, posiblemente es la fecha de pulsar el botón de pausa y reservar la Luna y el resto de los cuerpos celestes a la ciencia, fomentando la cooperación y la ventaja de la Humanidad en su grupo. David Barrado es maestro de Investigación Astrofísica en el Centro de Astrobiología INTA-CSIC