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Los secretos de la argamasa que levantaron un imperio

Si bien no se sabe quién reveló o usó el hormigón Por vez primera, quizás su nacimiento tuvo sitio hace 12.000 años Una vez que escombros de caliza quemada reaccionaron con esquisto bituminoso. Es fácil imaginarnos a nuestros antepasados al lado de un fogón, charlando y contando historias, el fuego entraría en contacto con piedras calcáreas, yeso y arcilla. Las altas temperaturas provocaron que la piedra carbonatara y se transformase en polvo. Seguramente, el último ingrediente llegó horas entonces en forma de aguacero, la llovizna desencadenó que el polvo y las piedras se convirtiesen en una amalgama sólida y compacta, forjando el 1er cemento de la historia. Un regalo de la naturaleza. Acto seguido vendría todo rodado. Aquellos hombres primitivos aprovecharon la oportunidad y se decidieron a construir el suelo de sus viviendas uniendo caliza, arena, grava y agua, a modo de un cemento muy rudimentario. De los nabateos al Coliseo
Tuvo que pasar mucho tiempo para que los nabateos –los habitantes de la vigente Siria y Jordania- lo utilizaran para construir estructuras arquitectónicas, Ciertas de las cuales Aún se conservan. Más adelante, avanzando en la sinuosa línea del tiempo, les tocó el turno a los egipcios, que emplearon un mortero de cal y yeso para construir las famosas pirámides de Gizeh. Pero, fueron los romanos los cuales utilizaron el hormigón a gran escala, acudieron ellos los que lo emplearon en obras Del mismo modo que el Coliseo, el mercado de Trajano, el Panteón de Agripa o el puente de Alcántara, en Hispania. Con esta argamasa «construyeron» su imperio. Se suele decir que Octavio Augusto Halló una Roma de ladrillo y dejó una de mármol, Pero sería mucho más exacto decir que la Roma que cedió se dirigió de hormigón. La prolongada duración de esos edificios nos hace sospechar que los constructores romanos conocían a la perfección cómo dosificar los componentes de la mezcla y el empleo de técnicas adicionales para mejorar la resistencia del material. Si es que bien, y A pesar de que acudieron muchos los romanos que mencionaron al hormigón en sus escritos -desde Plinio el Antiguo hasta Vitrubio, pasando por Catón el Censor-, no ha llegado hasta nosotros su receta exacta. El secreto está en la masa
Durante siglos el hormigón romano viajó un secreto inescrutable. Ha sido exacto recurrir a la fluorescencia y a la microdifracción para desvelar uno de los misterios mejor guardados del Imperio romano. En seguida sabemos que lo conseguían al mezclar ceniza volcánica con cal –óxido de calcio- y agua del mar. Con esta mixtura lograban un mortero al que después incorporaban roca volcánica –puzolanas-, logrando lo cual se conoce Al afín que reacción puzolánica. Finalmente, los huecos de la cal eran ocupados por cristales de tobermorita, Entre tanto que el agua marina se filtraba por los resquicios de la roca, reaccionando con los escombros de las cenizas volcánicas y contribuyendo a la creación de más cristales. En definitiva, el hormigón romano resultante tenía una consistencia muy parecida a la de una roca. Con la ayuda del hormigón La Ciudad Eterna se convirtió en capital italiana. Para concluir una curiosidad etimológica. El vocablo «hormigón» tiene su origen en el similar a un bizcocho que se preparaba con almendras, harina, leche y huevos y que se conocía con El nombre de «formigó». Ahí lo dejo… M. Jara Pedro Gargantilla es médico internista del Sanatorio de El Escorial (La villa de Madrid) y cantautor de Varios libros de divulgación.