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El microscopio, el invento que llevó a un pañero a hacer uno de los hallazgos más asombrosos de la Historia

En 1595, en la ciudad flamenca de Mildebourg, el óptico Zacarías Janssen (1583-1638) montó un pequeño aparato –tenía apenas veinticinco centímetros– con anteojos en dos tubos de latón que se deslizaban uno dentro del otro. De esta rudimentaria forma fabricó el primer microscopio de la historia. Varias décadas después nació Antonie van Leeuwenhoek (1632-1723), en la población neerlandesa de Delft, un comerciante de paños llamado a revolucionar la Historia de la Ciencia. Para ser exactos, se llamaba Thonis Philipszoon, No obstante Así como nació en una esquina de la entrada de Delft, la denominada Puerta de León, era conocido Al igual que Van Leeuwenhoek, que en holandés significa «desde la esquina del león». Antonie armonizaba a la perfección el comercio de telas con sus numerosas aficiones, entre las cuales destacaba especialmente una, tallar sus propias anteojos A partir de vidrios comunes, lo que aprendió Acto seguido de visitar con asiduidad las ópticas de su ciudad natal. El inglés que acuñó la palabra «célula»
Gracias a estos conocimientos recibió tallar una lupa de tres aumentos que le sirvió para ver las filas de los hilos de las telas que vendía en su tienda y mejorar la calidad de los tejidos. En esa época vivía en aquella ciudad el científico inglés Robert Hooke (1635-1703), que compaginaba sus funciones de Pastor de la Inédita Iglesia de Delft con sus observaciones microscópicas y telescópicas. Viajó precisamente este personaje el que diseñó un microscopio –a partir del fabricado por Janssen– con el que pudo distinguir distintos estados del crecimiento de las hormigas, Algunas estructuras anatómicas de las pulgas y esporangios del hongo del género Mucor. En 1665 Hooke posteó un libro titulado «Micrographia» con dibujos de las imágenes vistas por él Durante el microscopio y en donde aparece, por vez 1era, la palabra «célula», un vocablo con el que se refería a unas celdillas que había en una laminilla de corcho. Leeuwenhoek se inspiró en los trabajos del científico inglés para tallar una lente de pequeño tamaño –entre tres y cuatro milímetros de diámetro- con la que logró incrementar las imágenes diez veces y ensamblar en el agujero de la parte superior de una platina metálica. La primera persona que vio bacterias
El pañero se quedó maravillado al ver moverse –quizás deberíamos decir retorcerse– seres vivos pequeñitos en una gota de agua de lluvia recogida en una tinaja. Tras enseñar sus observaciones a su hija María bautizó su descubrimiento Al idéntico que «animálculos». A lo largo de los días posteriores se dedicó a dibujar con todo género de detalles los ciliados, rotíferos, flagelados, euglenas y algas que observaba A través de su microscopio. Ahora, el comerciante holandés explicó de sus hallazgos a la Royal Society de Londres, la corporación científica más importante de Europa en aquellos momentos. Lo hizo con enorme prudencia y humildad, tal y De La misma manera que puede desprenderse de la lectura de la carta que les remitió: «Si su señoría piensa que estas observaciones pueden molestar o bien escandalizar a los eruditos, le ruego encarecidamente a su señoría que las considere privadas y que las publique o bien destruya Del mismo modo que lo considere oportuno». Del medio millar de microscopios que Leeuwenhoek fabricó por medio de su vida desgraciadamente, se conserva, apenas, una decena. Son piezas de latón y plata con lentes de entre sesenta y ocho y más de doscientos aumentos. M. Jara Pedro Gargantilla es médico internista del Hospital de El Escorial (Madrid) y intérprete y escritor de Varios libros de divulgación