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La 1era española que ha puesto nombre a una planta

A finales del siglo XVIII se extendió la idea de que algunos aspectos de la naturaleza podrían ser una «fuente de placer y virtud para las mujeres». En esta línea, en 1785 en la capital francesa se publicó una serie de ciento medio centenar y cuatro volúmenes, la ‘Biblioteca universal de las damas’, diseñada expresamente para proporcionar conocimientos naturales a las mujeres. La comunidad científica infirió que la botánica era una disciplina especialmente adecuada para el sexo femenino y que, de alguna manera, convertiría a las jóvenes en «virtuosas y pasivas». Entre los defensores de estos postulados se Encontró el mismísimo Jean J Rousseau (1712-1778), pensador francés conocido por su misoginia. Para este filósofo la botánica contribuiría a disminuir «el gusto por las diversiones frívolas, impediría el tumulto de las pasiones y proporcionaría a la mente un alimento saludable». Linneo y el sexo de las flores
La oportunidad se dirigió aprovechada por las mujeres pertenecientes a clases adineradas para aplicarse en el estudio de las plantas de su Entorno y convertirse en ávidas lectoras de Historia Natural. En este contexto, No obstante, surgió una texto del naturalista Carl Linneo (1707-1778) que causó un cierto alboroto y disparidad de opiniones. El científico sueco quiso imponer un nuevo sistema de clasificación de las plantas basado en los órganos sexuales de las flores. En su escrito empleó todo género de metáforas para explicar su novedoso sistema. Allá se puede leer que los estambres se comportan Como maridos y las esposas Tal como pistilos y que «los pétalos de una flor sirven de tálamo nupcial dispuesto para que el desposado y la desposada puedan celebrar en su interior sus nupcias (…). En el momento en que el lecho está listo llega la fecha en el que el esposo abraza a su amada esposa para que se le rinda». Algunos recalcitrantes y retrógrados científicos señalaron que esta clase de metáforas no podía armonizarse con la «modestia femenina» y que, por tanto, las mujeres debían dejar de inmediato el estudio de la botánica. La primera planta con nombre de esposa española
Afortunadamente, esta clase de doctrinas no impidió que muchas mujeres continuaran con su actividad intelectual, entre ellas una aragonesa, Blanca Catalán de Ocón (1860-1904), considerada la 1era botánica española. Esta esposa se adentró en el lugar de la ciencia Debido a su madre, una esposa instruida que se esmeró a fin de que sus dos hijas recibieran una buena educación y brotara en ellas la curiosidad intelectual. A una de ellas, Blanca, la encaminó en la tarea de buscar y recolectar plantas, al tiempo que a la otra, Clotilde, la despertó el amor por los insectos. Las dos hermanas, con la incalculable ayuda del canónigo albarracinense Bernardo Zapater quien, aparte de amigo y confesor familiar, era uno de los mayores eruditos en botánica de nuestro país en aquellos instantes, profundizaron en sus conocimientos A lo largo de sus interminables excursiones por la Sierra de Albarracín. Blanca descubrió una flor a la que bautizaron en su honor Al semejante que Saxifraga blanca, convirtiéndose, De esta manera, en la primera botánica española que tuvo la premiación de poseer su nombre en la nomenclatura científica universal. El término Saxifraga procede del latín y significa «romper piedras», en alusión al antiguo manipulación medicinal que se dio a esta planta Al idéntico que procedimiento de las piedras renales. La habilidad de Blanca Catalán no conoció fronteras, llegó hasta Alemania en donde el prestigioso botánico Heinrich Moritz Willkomm (1821-1895), se convirtió en su primordial valedor, al tiempo que mantuvo con ella una fluida correspondencia. Desgraciadamente en estos momentos son necesarias iniciativas Al similar que la del cabildo de Teruel para sacarla del rincón de los olvidados y devolverla al sector que la corresponde por méritos propios. M. Jara Pedro Gargantilla es médico internista del Sanatorio de El Escorial (La capital española) y cantautor de Varios libros de divulgación