Ir al contenido

La ración K, la dieta de moda Durante la 2da Guerra Mundial

La alimentación A lo largo de la guerra es un tema realmente apasionante, acerca de el que se ha debatido poco y reflexionado menos. En las primeras guerras documentadas los ejércitos se despreocupaban totalmente de la alimentación de su ejército, y eran los propios combatientes los cuales se tenían que asegurar su manutención. Este hecho propició anécdotas muy curiosas Desde familias completas que acompañaban a la tropa, hasta verdaderos supermercados ambulantes -con centenares de animales y toneladas de productos agrícolas- que seguían a los ejércitos hasta el frente de batalla. En 1775 el Poder legislativo de EEUU tomó cartas en el tema y asignó raciones de comida al ejército Según hombre y semana, toda una innovación. A lo largo de la Guerra Civil americana (1861-1865) se asignó un personal específico para que preparase la comida y la repartiese entre las empresas. Pese a todos estos progresos, no viajó hasta 1902 En el momento en que aparecieron los primeros cocineros militares y, ese mismo año, la marina norteamericana posteó un manual con cien recetas de cocina. El siguiente enorme salto se produjo en la Primera Guerra Mundial, las trincheras, el barro y la posible contaminación con gas hizo necesario que los soldados se aprovisionasen con comida enlatada y con productos deshidratados. Sabemos que en esa contienda el ejército estadounidense distribuía contenedores de cincuenta de kilogramos herméticamente sellados y con comestibles para una veintena de hombres. De la ración A a la K
Durante el periodo entreguerras aparecieron las primeras dietas militares. La ración A, compuesta en un setenta por ciento por carnes y vegetales y que tenía servirse caliente; la ración B, muy afín Sin embargo con productos enlatados; o la ración D, concebida para el regimiento de caballería. La ración D, en contraste a las precedentes, contenía una ración de chocolate amargo, mantequilla de cacahuetes y azúcar. Para finalizar, estaba la ración C que ofrecía una terna de menús “variados”: carne con judías verdes, carne con guisado de verduras y carne con picadillo de verduras. Cuando USA entró en la Segunda Guerra Mundial, el Departamento de Guerra decidió renovar la alimentación militar y, para ello, contó con el asesoramiento de un nutricionista, que diseñó la conocida “ración K”. La letra es la inicial del apellido del experto en nutrición: Ancel Keys, un estadounidense que acuñó el término “dieta mediterránea”. Se dirigió un personaje inquieto. A lo largo de su juventud se dedicó a los oficios más variados, Desde minero hasta marino mercante, pasando por recogedor de guano de murciélago. Más adelante se graduó en Ciencias políticas y económicas, y tan Solo tres años acto seguido hizo lo propio en zoología. Su 1er doctorado no tardó en llegar y se dirigió en oceanografía y biología marina. No contento con esto se doctoró por 2da vez en fisiología, por la Universidad de Cambridge. Expresado de otra manera, Keys no era médico. Derroche de sibaritismo
Su famosa ración estaba compuesta de: dos paquetes de galletas, cigarrillos, chicles, azúcar, café instantáneo y una llave para abrir conservas, las cuales podían ser de carne, huevos, fruta, queso, jugo de limón, naranja o bien uva. Además, se incluía cerillas, papel higiénico, sal, chocolate, apacibles, caramelos y tabletas para purificar el agua. Del mismo modo que curiosidad, las últimas comidas, De la misma forma, contenían una cuchara de madera. En conjunto, la ración K aportaba unas tres mil calorías diarias. En el desembarco de Normandía se decidió dar un toque gastronómico, y se elaboró una ración específica: galletas de la ración K, chocolate de la ración D, café soluble, caldo deshidratado, caramelos, barras de fruta, carne enlatada, goma de mascar y tablas multivitamínicas. Una exquisitez culinaria que, seguro, hizo las delicias de los estómagos más exigentes. Pedro Gargantilla es médico internista del Centro médico de El Escorial (La villa de Madrid) y autor de Varios libros de divulgación.