Ir al contenido

El artilugio que nació en los barracones de un ámbito de concentración

Durante siglos pilas de folios con centenares de números garabateados, complejas ecuaciones y tediosos cálculos matemáticos acampaban a sus anchas en los destartalados despachos de las mentes más extraordinarias de la ciencia. Isaac Newton, Lord Kelvin o Johannes Kepler lamentaron en más de una oportunidad el tiempo que malgastaban en soporíferas operaciones aritméticas. Lo cual hubieran dado por haber tenido a su alcance el invento de Curt Herzstark. De máquinas de escribir a calculadoras A finales del siglo diecinueve el patriarca de la familia Herzstark –de nombre Samuel- viajó hasta USA, en donde trabajó en la empresa Remington, la popular fabricante de máquinas de escribir. Allí desempeñó las tareas más diversas, A partir de mecánico hasta comercial, ocupación en la cual probó poseer una esencial destreza. Por esta razón, se le encomendó la labor de volver a su nación y comercializar en el Viejo Continente las máquinas de escribir. Se dirigió en esta inédita etapa laboral Una vez que reveló una adormecida faceta empresarial, se despidió de la Remington y creó su propia empresa de máquinas de calcular. Hasta ese momento este tipo de artilugios eran la evolución miniaturizada de las que habían aparecido centurias atrás, modelos mecánicos repletos de dispositivos y complejos engranajes. Fue cara 1910 en la fecha Samuel, al frente de un Plantel multidisciplinar, comercializó calculadoras electromecánicas, una verdadera innovación, Porque con ellas no era necesario tirar de palancas para ejecutar los cálculos, Sino más bien más bien simplemente era preciso introducir valores numéricos en un Solo cómodo teclado. Los siguientes años acudieron de enorme prosperidad para la familia y Antes de la enorme Guerra ya habían desarrollado una treintena de patentes. Desgraciadamente, la Primera Guerra Mundial estranguló la libertad creativa, las calculadoras dejaron de venderse y los artesanos electromecánicos vivieron a trabajar para el ejército en la producción de artilugios de precisión. Curt toma el relevo empresarial
En el periodo de entreguerras Curt, el hijo de Samuel, afrontó el negocio familiar. En un Sólo primer sector se dedicó a arreglar y mejorar las viejas máquinas y a continuación a innovar, soñaba con crear una calculadora de bolsillo que arrinconara a las pesadas y voluminosas calculadoras existentes en aquellos instantes. La Segunda Guerra Mundial abandonó de nuevo a Europa sin luz en el horizonte. Después de la anexión de Austria por la Alemania nazi, se obligó a las compañías a colaborar en el esfuerzo bélico alemán. En 1943 la Gestapo detuvo a dos empleados de Curt por colaborar con los aliados y el patrono, con la acusación de llevar sangre judía, viajó enviado al sector de concentración de Buchenwald. Allí un oficial de las SS, conocedor de su destreza mecánica, permitió a Curt salir a trabajar por la este jornada a una factoría cercana en la que se fabricaba componentes de las bombas volantes V1 y V2. También, encomendó a Curt la fabricación de una calculadora de bolsillo para el Führer, un modelo que nunca alcanzó a diseñar. La calculadora CURTA
Las noches de insomnio en los abarrotados barracones de Buchenwald avivaron las brasas de su inventiva y en 1946, En el momento en que todo había terminado, Curt patentó una revolucionaria calculadora a la que bautizó con El nombre de CURTA. Pero, su negocio se había arruinado, no podía construir nuevas calculadoras y encontrar inversores austriacos era una tarea que se antojaba Del mismo modo que imposible. Aunque, todo reemplazó en el horario unos comisionados de un minúsculo país de paisajes alpinos y paraísos fiscales llamó a su puerta. El príncipe de Liechtenstein estaba buscando ingenieros, científicos y técnicos para crear una base de economía industrial en su país. Era una ocasión que Curt no podía rechazar. A lo largo de más de dos décadas la CURTA reinó en el mundo de la ingeniería, la ciencia y la técnica, una chiquita máquina compuesta por un sencillo cilindro negro esmeradamente ensamblado y dotado de diales deslizantes. La primera versión podía significar hasta once dígitos y la 2da alcanzó hasta los quince. Con la CURTA se hicieron las complejas operaciones matemáticas que se necesitaban para construir autopistas, líneas eléctricas, satélites e, incluso, naves espaciales. Sin embargo todo tiene un fin, su reinado se esfumó en la década de los setenta con la llegada de las calculadoras electrónicas. Pero, Al igual que diría Kipling, eso ya es otra historia. M. Jara Pedro Gargantilla es médico internista del Sanatorio de El Escorial (Madrid) y cantautor de Múltiples libros de divulgación.