1937, Guerra Civil Española. El reputado biólogo evolutivo y genetista John Burdon Sanderson Haldane, alistado en las Brigadas Internacionales, recala en Madrid, donde aprovecha para visitar el Museo de Ciencias Naturales. A pesar de las circunstancias, el director interino de las instalaciones, Antonio de Zulueta, le muestra las bodegas, en las que continua empecinado en hacer experimentos con el escarabajo polimórfico Phytodecta variabilis
, con el que probó la existencia de genes en el y cromosoma y, por lo tanto, que la herencia genética estaba unida al sexo; su Estudiante, el maestro Fernando Galán, se encuentra criando «pepinos explosivos» (
Ecballium elaterium
), muy «apropiados» para el instante. Entre tanto los tres charlan acerca de ciencia, son interrumpidos por un bombardeo «más severo que cualquiera de los de Londres en 1914-1918», tal y Del mismo modo que escribirá el propio Haldane tiempo acto seguido en una nota en «Nature». Y acaba: «Creo que la persistencia de Zulueta y Galán en condiciones, por decir lo mínimo, desagradables para la investigación, merece ser registrado y es un buen augurio para el futuro de la biología en España». No obstante no se cumplió el pronóstico del genetista británico: la ciencia española En general, y el museo madrileño particularmente, cayeron en un Sólo periodo bastante oscuro. De esta forma lo relata «Del elefante a los dinosaurios: 45 de años de historia del Museo Nacional de Ciencias Naturales (1940-1985)», una álbum resultado del arduo trabajo de una docena de estudiosos del CSIC que intenta, precisamente, arrojar luz y desempolvar figuras que se quedaron injustamente relegadas al cajón del olvido, Del mismo modo que el propio Antonio de Zulueta. «Es un personaje que todos y cada uno de los biólogos de mi generación conocemos y desconocemos en partes iguales», explica Andrés Galera, investigador del Centro de Ciencias Humanas y Sociales del CSIC, intérprete y escritor del capítulo destinado a «uno de los mejores genetistas europeos de su época» y responsable de la diálogo que cerrará el ciclo de conferencias en torno a la nueva publicación del MNCN, el siguiente martes, 27 de octubre. Los inicios de Zulueta Antonio de Zulueta y Escolano, el pequeño de seis hermanos, nació en Barcelona el 7 de marzo de 1885. Por una enfermedad, y siendo aún un niño, se traslada a vivir al lado del mar, donde inicia a interesarse por los moluscos. Su afición es tal que, sin haber terminado los estudios, es aceptado en una sociedad científica catalana, donde aviva Aún más su Furor por la biología. La licenciatura la cursará a caballo entre la ciudad condal y Madrid, en donde Por último echará raíces. No obstante sus ramas próximamente se comenzarán a extender por toda Europa. «Se paga él mismo la estancia en París -estudiará en la Sorbona- y se sostiene por sus medios hasta el momento en que por fin le conceden una beca», cuenta Galera. A finales de la primera década del siglo XX, Zulueta Además cursa una beca en el colegio Koch (Berlín), tomando contacto con los últimos avances de la época. En este instante recibe una llamada del Museo Nacional de Ciencias Naturales de Madrid para convertirse en conservador, un cargo técnico que acerca de todo está dirigido a la docencia de las nuevas generaciones de biólogos que desean formarse más allí de nuestras fronteras. Acepta, y se propone el reto de introducir la inédita metodología que ha aprendido en Europa. Asimismo funda su laboratorio, cuestión definitoria de su devenir vital. Es aquí en el horario empieza su «idilio» con el museo. Antonio de Zulueta (bata blanca) en el laboratorio de Biología del MNCN. – Capturas cedidas por la familia Zulueta / MNCN
«Era un profesor generoso, Pero Asimismo muy exigente. Siempre y en toda circunstancia y en todo momento y en todo momento decía aquello de ‘Esto está bien. Sin embargo podría estar mejor’. No obstante no ponía el listón alto Solo para los demás, También lo hacía con su propio trabajo». Tal vez por esa tendencia al perfeccionismo su traducción de la famosa álbum de Charles Darwin, «El origen de las especies», es considerada la mejor edición española de todas y cada una de las existentes. «Sin embargo, Tal como suele pasar en España, somos expertos en olvidar lo particular y acordarnos de lo anecdótico», reclama Galera. Por el hecho de que Zulueta se dirigió mucho más que un buen traductor. Mucho más que el traductor de Darwin
En ese instante se sabía que existían dos tipos de cromosoma: el X -que puede ser aportado por Ambos progenitores- y el Y -que Sólo lo aporta el hombre-. Sin embargo se pensaba que Solo el cromosoma X aportaba genes dominantes -es decir, data genética que se acaba manifestando en forma de caracteres-. Zulueta, con una ciencia empírica basada en cruces de especímenes -concretamente los escarabajos Phytodecta variabilis- logró demostrar por 1era vez y Antes que otros estudiosos que el cromosoma Y, propio de los machos, De la misma forma aportaba datos genética. Phytodecta variabilis. Fenotipos amarillo, rojo, negro (muy extenso) y negro (poco extenso) – Capturas cedidas por la familia Zulueta / MNCN
El catalán se consagró De este modo Al idéntico que uno de los genetistas más importantes de su temporada, e incluso denomina la atención de Thomas Hunt Morgan, cantautor de la teoría cromosómica de la herencia, que le invita a su laboratorio de California en 1930. Bajo todo este triunfo consigue financiación por comunicado de la familia Rockefeller para financiar y modernizar su laboratorio de Biología, situado en un viejo y destartalado invernadero de la Vivienda de Alumnas de La capital de España. Es la fecha en el que la genética empieza a despegar y Zulueta quiere que el Museo y la ciencia española tomen comunicado activa del repuesto. Antonio de Zulueta en Pasadena (California, U.S.A.) en 1930 – Imágenes cedidas por la familia Zulueta / MNCN
La Guerra Civil, un punto de inflexión Pero entonces estalla la guerra. Pero es un científico muy reputado y con una carrera prometedora, tanto él Tal y como su discípulo Galán deciden quedarse en La capital de España, en el museo. Su compromiso es tal que acepta ser director interino en el horario el previa responsable, su amigo Ignacio Bolívar, se marcha a Valencia; Así, en septiembre del 36, ya en su nuevo cargo, ordena ocupar el pabellón residencial del directivo de la Vivienda de Alumnas y poner allá los laboratorios del Museo. Según transcurre la guerra, el Gobierno de la República decide convertir este edificio Al semejante que sanatorio militar, a y Zulueta se opone frontalmente a que sus laboratorios se ocupen con tal objetivo. «Él no es un funcionario, es un científico. Y Al afín que tal, defiende el museo», afirma Galera. Su familia se ve afectada por la presión de Los dos bandos: Por una parte, su hijo, periodista en un Sólo medio conservador, se exilia a París; por otro, su hermano, Ministro de Azaña y embajador español en Berlín, acaba exiliado primero a Colombia y a continuación a Estados Unidos. Él decide quedarse aun Cuando todo está perdido para los republicanos. Es por ello que le abren un expediente por partida doble: por ser maestro universitario y por haber liderado el museo. «Lo están haciendo con todos y algunos salen mejor parados que otros. A Galán Además le abren expediente, Pero no ven causa; Los dos procesos de Zulueta acaban en los años cuarenta, Si es que bien Durante ese tiempo está suspendido de empleo y salario. Aun debe pedir dinero a su familia», indica Galera. La debacle del laboratorio y de Zulueta
Al permanente, le devuelven su empleo en el laboratorio, donde ejercitará hasta el final de sus días, prácticamente hasta los años 70 -si bien le prohíben ostentar cargos de responsabilidad, sentencia que se cumplirá Solo a medias-. No obstante, está en un Sólo país devastado al que pocos estados, Después de la II Guerra Mundial, miran. Florecen nuevas metodologías genéticas para las que Zulueta ya llega tarde, y los personalismos bajo los cuales se rige la etapa de la posguerra en el museo no ayudan a recobrar el esplendor de épocas pasadas. Al parecido que tantos otros, su nombre se marcha diluyendo de a poco en la historia, hasta nuestros días. «Su vida se caracteriza por una eterna lucha por la ciencia y está llena de matices, Pero Siempre y en todo momento y en todo momento positivos», argumenta Galera, quien ha planeado junto con Carolina Martín y Soraya Peña una exposición sobre la figura de Zulueta con motivo de los ciencuenta años de su fallecimiento. Un reconocimiento para uno de los genetistas españoles más importantes de la historia y trabajó sin descanso incluso bajo las bombas y al lado de los tiros. Quizá sea momento de recuperar el eco de todo aquello.
