Los pulpos se encuentran por derecho propio entre las criaturas más raras del planeta, tanto que incluso se les ha llegado a atribuir una procedencia extraterrestre. Tienen tres corazones, ocho extremidades ultraflexibles y versátiles y una enorme inteligencia. Pueden abrir frascos, resolver acertijos e aun escapar de sus acuarios de formas ingeniosas. Pero los científicos aún no saben de qué manera este animal es capaz de controlar tan eficazmente sus ocho complejísimos tentáculos. «Los brazos de pulpo son totalmente únicos. En 1er sitio, hay ocho, cada uno con más de 200 ventosas que pueden sentir, saborear y oler los alrededores. Y todo es movible. Las ventosas pueden sostener y los brazos pueden girar de forma prácticamente ilimitada de muchas formas», describe Tamar Gutnick, investigadora de pulpos que anteriormente trabajó en la escuela de Ciencia y Tecnología de Okinawa (OIST). «Esto propone un enorme problema computacional para el cerebro y su sistema nervioso, que tiene que estar organizado de una manera verdaderamente inusual para manejar toda esta información», resalta. Neuronas Tal y como un perro
En efecto, los pulpos tienen un sistema nervioso extenso, con más de 500 millones de neuronas, igual en número a las de un perro. No obstante a diferencia de los perros y otros vertebrados, donde La mayor parte de las neuronas están en el cerebro, más de dos tercios de las neuronas de los pulpos se encuentran dentro de sus brazos y su cuerpo. Con un sistema nervioso de construcción tan extraña, los científicos han sospechado Durante mucho tiempo que los brazos de los pulpos pueden disponer una mente propia y actuar de forma autónoma al cerebro central. La investigación ha demostrado que los tentáculos utilizan bucles reflejos para crear movimientos coordinados, y ciertos pulpos pueden aun distraer a los depredadores descartando extremidades que continúan moviéndose Durante largos períodos de tiempo. «Algunos científicos piensan en los pulpos Así tal y como criaturas de nueve cerebros, con un cerebro central y ocho cerebros más pequeños en cada brazo», dice Gutnick. No obstante su nueva investigación, publicada en la revista «Current Biology», sugiere que los brazos y el cerebro están más conectados de lo que se pensaba. Los investigadores enseñaron a los pulpos a insertar sus brazos por los tubos laterales izquierdo o bien derecho de los laberintos en forma de Y. Ambos lados del laberinto estaban cebados con comida, Pero la comida del lado incorrecto estaba bloqueada por una red. Acá, un pulpo coge correctamente el tubo lateral derecho y obtiene una recompensa de comida – Tamar Gutnick
En un laberinto
El Equipo ha demostrado que los pulpos son capaces de aprender a asociar la inserción de un Solo tentáculo en un lado específico de un laberinto de dos opciones con percibir una recompensa de comida, incluso En el momento en que ni la recompensa ni el brazo en el laberinto son visibles para el pulpo. Sin embargo lo que los autores destacan es que al tiempo que el proceso de aprendizaje tiene sitio en la comunicado central del cerebro, la data necesaria a fin de que el cerebro elija el trayecto correcto Solo es detectada por el tentáculo en el laberinto. «Este estudio deja claro que los brazos del pulpo no se comportan de manera absolutamente independiente del cerebro centralizado, hay un flujo de datos entre el sistema nervioso central y periférico», asegura Gutnick. «En sector de platicar de un pulpo con nueve cerebros, realmente estamos hablando de un pulpo con un cerebro y ocho brazos muy inteligentes». Los científicos probaron si los brazos individuales podían proporcionar al cerebro dos tipos diferentes de datos sensorial: propiocepción (la capacidad de experimentar Dónde está una extremidad y de qué manera se mueve) e datos táctil (la capacidad de sentir la textura). Los seres humanos tienen un ferviente sentido de propiocepción. Los receptores sensoriales ubicados dentro de la piel, las articulaciones y los músculos brindan datos al cerebro, que almacena y actualiza constantemente un mapa mental de nuestro cuerpo. La propiocepción nos deja caminar sin mirarnos los pies y tocarnos la nariz con un dedo con los ojos cerrados. Sin embargo no se había probado si es que los pulpos tienen La misma destreza. Para comprobarlo, los investigadores crearon un laberinto opaco simple en forma de Y y entrenaron a seis pulpos mediterráneos comunes para asociar el sendero derecho o bien izquierdo con una recompensa de comida. En sitio de explorar lentamente la manera interna del laberinto, los pulpos utilizaron inmediatamente movimientos rápidos de sus tentáculos, empujando o bien desenredando su tentáculo de manera directa A lo largo del tubo lateral cara la caja con la posible recompensa. Si es que empujaban su brazo hacia el área derecha, podían recuperar la comida, Sin embargo si su brazo entraba en el área equivocada, la comida era bloqueada por una red y los científicos eliminaban el laberinto. Cinco de los seis pulpos aprendieron la dirección correcta para obtener la comida. «Esto nos muestra que los pulpos Meridianamente tienen algún sentido de lo que está haciendo su brazo, En tanto que aprenden a repetir la dirección del movimiento que resultó en una recompensa de comida», explica Gutnick. Acto seguido, el elenco exploró si es que los pulpos podían determinar el sendero correcto Una vez que usaban un Solo brazo para sentir la textura del laberinto. Los investigadores presentaron otros seis pulpos con un laberinto en manera de Y donde un tubo lateral era áspero y el otro tubo lateral era liso. Para cada pulpo, elegir el lado áspero o el lado liso del laberinto conducía a una recompensa de comida. Entonces de muchas pruebas, cinco de los seis pulpos pudieron navegar con victoria por el laberinto, independientemente de si es que la textura correcta estaba ubicada en el tubo lateral izquierdo o derecho, lo que demuestra que habían aprendido qué textura era la correcta para ellos. En esa oportunidad, los pulpos optaron por un movimiento de búsqueda más lento dentro del laberinto, primero determinando la textura de un tubo lateral y más tarde decidiendo si proseguir por ese tubo lateral o bien cambiar de lado. El Equipo reveló que para Ambos géneros de laberintos, Cuando los pulpos habían aprendido la asociación correcta, podían moverse con victoria por el laberinto con brazos que habían usado Ya antes. «Esto descarta Aún más la idea de que cada brazo podría estar aprendiendo la labor de forma independiente: el aprendizaje ocurre en el cerebro y más tarde la datos está disponible para cada brazo», dice Gutnick. No obstante la investigadora no está segura de dónde se almacena esta data dentro del cerebro, y es una pregunta que queda para experimentos futuros. «El cerebro de los pulpos es muy diferente, Todavía es una caja negra para nosotros -reconoce-, hay mucho más que aprender».
