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De Colgate a Kellogg, los inventores que dejaron su apellido en sus creaciones

El mundo tal y De La misma manera que lo conocemos El día de hoy en día no viajó Siempre y en toda circunstancia y en todo momento De esta forma. Se dirigió necesaria una buena dosis de curiosidad y otra de necesidad a fin de que apareciesen objetos que nos hiciesen la vida más sencilla. Muchos de esos inventos han cambiado nuestra manera de ver el mundo y algunos, Solo ciertos, llevan la impronta imborrable de sus descubridores en su nombre. En seguida, nos ocuparemos de ciertos de ellos. El 25 de enero de 1783 nació en Inglaterra William Colgate (1783-1857). A muy temprana edad viajó hasta EEUU en busca de nuevas oportunidades. La fortuna le sonrió y en 1806 arrancó a trabajar en una pequeña fábrica neoyorkina dedicada a la producción de velas y jabones. En la fecha el dueño falleció William se quedó al mando de la compañía y arrancó a crear productos de su invención, uno de ellos sobrepasó las fronteras, se trataba de un tubo plegable con pasta dentífrica en su interior. Doctores metidos a inventores John Harvey Kellogg (1842-1953) fue un galeno eugenésico estadounidense que ha puesto especialmente énfasis en los efectos beneficiosos de la nutrición y del ejercicio físico en el tratamiento de sus pacientes. Su apellido dio nombre a la famosa marca de cereales que manera comunicado del desayuno de miles de personas en todo el mundo, seguramente lo cual muchos no saben es que en sus comienzos era un procedimiento novedoso -al tiempo que ineficaz- para colocar freno a la masturbación. Otro galeno que También abandonó su apellido para la posteridad se dirigió Joseph Ignace Guillotin (1738-1814). En 1789 se convirtió en miembro del Congreso de los diputados de la Reunión Nacional y sacó del rincón del olvido el famoso dispositivo mecánico que en seguida lleva su nombre. Los revolucionarios franceses lo utilizaron por dos motivos, Por un lado, por el hecho de que estaban convencidos que disminuía el sufrimiento de los condenados y, por otra, Porque igualaba a todos y cada uno de los reos frente la muerte, en independencia de la clase social a la que perteneciesen. De la máquina de afeitar al saxofón
Durante mucho tiempo las máquinas de afeitar eran grandes y pesadas, un verdadero incordio. Todo reemplazó En el momento en que apareció la cuchilla desechable Gillete, un invento que tenemos que a King Camp Gillete (1855-1932). En un Solo principio viajó vista Al idéntico que una extravagancia y un lujo simplemente al alcance de los más ricos Porque su costo era desorbitado, costaba cinco dólares americanos, prácticamente un tercio del sueldo semanal promedio. Esto produjo que muchos usuarios no la desechasen y la afilasen para prolongar su vida media. El único instrumento musical del que conocemos a ciencia cierta quién viajó su inventor es el saxofón. Se lo debemos al belga Adolphe Sax (1814-1894), quien lo creó a mediados del siglo XIX. Este intérprete e inventor lo ideó buscando un instrumento de viento que, por su carácter y su timbre, se aproximasen a uno de cuerda, Pero que tuviera mayor intensidad y fuerza. Sin pretenderlo, Sax dio forma al alma del jazz. El francés que cambió las letras por puntos
En otro orden de cosas, un militar alemán fue el inventor del 1er artefacto volador capaz de ser controlado En medio un vuelo de larga duración, el aparato en cuestión se llamaba Zeppelin y su inventor viajó, por presunto, Ferdinand von Zeppelin (1838-1917). A finales del siglo dieciocho uno de los primordiales inconvenientes a los cuales se enfrentaban los habitantes de las ciudades era iluminar sus viviendas En el momento en que llegaba el ocaso. Esta se dirigió una de las primordiales inquietudes de un farmacéutico parisino llamado Antoine Quinquet (1745-1803). En 1783 mejoró una lámpara de aceite patentada años atrás por un físico suizo y que era capaz de iluminar una estancia con una luminosidad equivalente a seis velas. A Quinquet aquello le parecía una luz demasiado exigua, por ese motivo decidió alimentar la lámpara con petróleo y recubrirla con un tubo de vidrio para cuidar la llama. El fulgor se multiplicó y el jornada conquistó terreno a la noche. Viajó tal su logro que A partir de ese instante se le conoció con El nombre de “quinquet”. Se dirigió otro francés, Louis Braille (1809-1852), el que diseñó un sistema de lectura y escritura táctil, un alfabeto digital capaz de sustituir a las letras. La razón se dirigió de lo más prosaica, un desgraciado accidente le había dejado ciego En medio su niñez En tanto jugaba en el taller de su padre. La primera versión del sistema Braille se dirigió divulgada en 1829 y debía ocho puntos, más adelante se decidió simplificarlo y dejarlo en el sistema universalmente conocido y adaptado de seis puntos. M. Jara Pedro Gargantilla es médico internista del Sanatorio de El Escorial (Madrid) y cantautor de Varios libros de divulgación.