Es un hecho que existen personas más resistentes al frío que otras: hay a quien una fácil brisa le eriza toda la piel y no pasa sin tener un jersey a mano; y quien aun A continuación de la borrasca Filomena se tiró en bañador a la nieve. Sin embargo las razones detrás de la divergencia entre los ‘frioleros’ y los ‘calurosos’ siguen sin estar del todo claras. A continuación, estudiosos del Karolinska Institutet en Suecia pueden haber encontrado la razón: la mutación de un gen y La falta de la proteína α-actinina-3. Los resultados terminan de publicarse en la gaceta ‘The American Journal of Human Genetics’. Los músculos esqueléticos comprenden fibras de dos tipos: de contracción rápida (blancas), que dejan efectuar grandes esfuerzos en muy poco tiempo, Sin embargo que se fatigan de manera rápida; y las de contracción lenta (rojas), que aguantan mejor las actividades menos exigentes, No obstante continuadas en el tiempo, Ya que son más resistentes a la cansancio. Los estudiosos se dieron cuenta de que la proteína α-actinina-3, que se encuentra Sólo en las fibras de contracción rápida, está ausente en prácticamente el 20% de los seres humanos actuales -casi 1.500 millones de personas- Debido a una mutación en el gen que la codifica. Y La carencia de esta proteína les hace más resistentes al frío. «El estudio sugiere que las personas que carecen de α-actinina-3 son mejores para agarrar el calor corporal y, en términos de energía, para soportar un clima más importante, Sin embargo no ha habido ninguna evidencia experimental directa de esto antes», afirma Håkan Westerblad, profesor de tecnología celular fisiología muscular en el Departamento de Fisiología y Farmacología del Colegio Karolinska y intérprete y escritor primordial del estudio. «Ahora podemos demostrar que la pérdida de esta proteína está dando una mayor resistencia al frío y De la misma forma hemos encontrado un posible mecanismo para esto». Baños de agua fría
Para el estudio, se pidió a 42 hombres de entre 18 y 40 años que se sentaran en agua fría (14 ° C) hasta la fecha en que su temperatura corporal descendiera a 35,5 ° C. Durante la inmersión en agua fría, los investigadores midieron la actividad eléctrica muscular con electromiografía (EMG) y tomaron biopsias musculares para estudiar el contenido de proteínas y la composición del tipo de fibra. Los resultados revelaron que el músculo de las personas que carecen de α-actinina-3 contiene una mayor proporción de fibras de contracción lenta y que, al enfriarse, pudieron preservar su temperatura corporal de forma más eficiente. De esta forma, en lugar de activar las fibras de contracción rápida, lo cual genera un estremecimiento (o los conocidos escalofríos, que ayudan a preservar el calor al hacer trabajar al músculo), aumentaron la activación de las fibras de contracción lenta que producen calor al incrementar la contracción (el tono muscular) de la línea de base. Es decir, parecían conservar el calor no al temblar, Sino más bien más bien que al tensar los músculos, aumentando temporalmente el tono muscular. Ventaja evolutiva que puede tornarse en inconveniente
«La mutación quizás dio una ventaja evolutiva A lo largo de la migración a un clima más frío, No obstante en la sociedad moderna vigente esta capacidad de ahorro de energía podría incrementar el riesgo de enfermedades de la opulencia -como la obesidad y la hipertensión-, que es algo a lo que ahora Deseamos dirigir nuestra atención», asevera Westerblad. En concreto, esta estrategia ha puesto ser de ayuda En el momento en que los humanos migraron Desde África a otros lugares con climas más fríos. El Equipo De la misma forma investigó acerca de de qué forma La falta de α-actinina-3 afecta la contestación del cuerpo al ejercicio físico. «Las personas que carecen de α-actinina-3 tienen menos victoria en deportes que requieren obliga y explosividad, al tiempo que se ha observado una propensión hacia una mayor capacidad en estas personas en deportes de resistencia», explica.