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Un meteorito gigante se incrustó en la Antártida hace 430.000 años

Se considera que unas 100 toneladas de material espacial entra en la atmosfera terrestre a diario. La gran mayoría acaba desintegrado por el roce de la caída, Aunque algunos trozos más grandes consiguen sobrevivir (un reciente estudio asevera que unas 16 toneladas anuales). Estos son los meteoritos, que pueden ser fragmentos de cometas, asteroides, polvo interplanetario o aun material procedente de la Luna o bien de Marte. Sin embargo encontrarlos es complicado: La mayoría se hallan en regiones desérticas por el hecho de que son lugares donde se pueden ubicar a simple vista y permanecen prácticamente inalterables A lo largo de miles de años. Por ello, en la Antártida -que es un enorme desierto helado- se han encontrado el 70% de todos los meteoritos de los que tenemos constancia. Y en seguida un elenco internacional acaba de hallar evidencias de uno nuevo y bastante grande que se incrustó en esta zona hace 430.000 años. El grupo de investigadores dirigido por Matthias van Ginneken, de la Facultad de Ciencias Físicas de la Universidad de Kent, se fijó en un Sólo ‘exótico’ componente de una rocas recuperadas de la cima de Walnumfjellet, dentro de las montañas Sør Rondane, en la Antártida Oriental, en una expedición en 2018. Estas piedras presentaban una especie de ‘moteado’ extraño del que acto seguido se supo que, realmente, cada ‘mota’ era una ‘esférula’ o un pequeño fragmento de un meteorito que en el roce con la atmosfera terrestre se derritió, esparciéndose a modo de chorro por toda la región. Del mismo modo que una suerte de ‘spray’ que acabó fundido junto con la roca del sitio. Y, a causa al amplio espectro donde se ubicaron estas esférulas, los estudiosos Creen que el tamaño del asteroide del que provenían era de, al menos, 100 mts de diámetro. Los estudiosos cuentan en el estudio que acaba de publicarse en la gaceta ‘Scientific Reports’ que supieron que el origen de esas esférulas era extraterrestre por su composición (por poner un ejemplo, su concentración de condritas, la química de los oligoelementos y su alto contenido en níquel). También, «sus firmas isotópicas de oxígeno, que son únicas, indican que interactuaron con el oxígeno derivado de la capa de hielo antártica Después de su impacto», afirman. Una detonación más grande que la de Tunguska
Según cuentan los autores, el meteorito causó una detonación intermedia: más grande que un estallido en el aire (Al igual que Tuvo lugar en los eventos de Tunguska y Chelyabinsk sobre Rusia en 1908 y 2013, respectivamente) Pero menor que la que se provoca por un meteorito de impacto (De exactamente la misma forma que el que mató a los dinosaurios y creó el cráter de Chicxulub). Los investigadores señalan que este tipo de explosiones son extraños de hallar, sobre todo por la dificultad de hallar materiales que sean una prueba de esta clase de impactos. a su vez indican que es fuerte «reevaluar la aviso de este tipo de fenómenos», por el hecho de que es probable que otros eventos futuros similares puedan provocar esta ‘lluvia’ de meteoritos fundidos. «Y eso destruiría por completo un área muy grande», alertan. «Estudios futuros deberían centrarse en la identificación de eventos afines en diversos objetivos, Al similar que fondos oceánicos rocosos o bien poco profundos, Porque la capa de hielo antártica Sólo cubre el 9% de parte superficial terrestre -señala Van Ginneken-. Si bien los meteoritos que caen sobre la Antártida no amenazan la actividad humana, si es que tuviera lugar un fenómeno igual sobre un área densamente poblada, provocaría millones de víctimas y daños graves en distancias de hasta cientos y cientos de kilómetros».