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¿Influye la alineación de los planetas en los ciclos del Sol?

A pesar de que es la estrella más cercana, el Sol Todavía guarda muchos secretos. Entre ellos, sus extraños ciclos de actividad. El más conocido es el llamado ‘ciclo Schwabe’, que dura unos 11 años y que registra periodos de mínimos y máximos solares marcados por el recambio del campo magnético solar. Si es que bien, existen otros, Como el ‘ciclo de Gleissberg’, que dura alrededor de 85 años; el ‘ciclo Suess-de Vries’, con una duración de unos 200 años; o bien el conocido ‘ciclo de Bond’, que ocurre en una horquilla de entre 500 a 1.500 años. Los científicos saben que detrás de todos ellos está el ámbito magnético solar, Pero desconocen con exactitud el mecanismo que lo empuja a fluctuar en estos periodos. En seguida, una investigación recién publicada en la gaceta ‘Solar Physics’ apunta que los planetas podrían disponer un fuerte papel en este ‘reloj solar’, una teoría controvertida que lleva en discusión mucho tiempo. Las hipótesis de los científicos para explicar estas fluctuaciones en la actividad solar difieren bastante: existe una corriente que defiende que las características de la propia dínamo solar son las que provocan estos cambios; en contraposición, otros estudiosos defienden que nuestra estrella podría estar ‘controlada’ o bien, al menos, influida de manera muy notable por condicionantes externos, tales Tal y como los planetas del Sistema Solar. El físico Frank Stefani y sus colegas han estado buscando respuestas Durante años, acerca de todo intentando experimentar o refutar la teoría del influjo planetario. Danza con Júpiter y Saturno
Los estudiosos han examinado más de cerquita últimamente el movimiento orbital del Sol que, Si bien Siempre y en toda circunstancia y en toda circunstancia y en todo momento se represente fijo en los esquemas del Sistema Solar, realmente se mueve. Elabora una suerte de ‘danza’ en el ámbito gravitacional común con los planetas masivos Júpiter y Saturno, a una velocidad de 19,86 años. Sabemos por la Tierra que, al girar en su órbita, provoca pequeños movimientos en el nnúcleo líquido de la Tierra. E se cree que algo igual ocurre dentro de nuestra estrella, No obstante Hasta el momento no se ha relacionado con las variaciones del sitio magnético. A los estudiosos se les Ocurrió la idea de que comunicado de la actualidad orbital angular del Sol podría transferirse a su rotación y Así afectar el proceso de dínamo interno que provoca el ámbito magnético solar. Tal acoplamiento sería suficiente para cambiar la capacidad de almacenamiento magnético extremadamente sensible de la tacoclina, una zona de transición entre la región interior radiactiva y la región de convección que le rodea. «Si De esta forma fuera, los ámbitos magnéticos en espiral podrían llegar más De manera fácil a parte superficial del Sol», explica Stefani. El Sol, de forma esquemática – Wikicommons
Para probarlo, los estudiosos integraron esas perturbaciones rítmicas de la tacoclina en los precedentes modelos por ordenador acontencimientos En base a una dínamo solar típica y, efectivamente, pudieron reproducir Varios de los fenómenos cíclicos de nuestra estrella. Lo más notable se dirigió que, De la misma forma del ciclo Schwabe de 11,07 años, la obliga del sector magnético ahora De la misma forma reemplazó a un ritmo de 193 años, próximo al ciclo de Suess-de Vries, que se genera cada 180 a 230 años. Matemáticamente, los 193 años surgen Del mismo modo que lo que se conoce De la misma forma que un período de tiempo entre el ciclo de 19,86 años y el ciclo doble de Schwabe, Asimismo llamado ciclo de Hale. De este modo, el ciclo de Suess-de Vries sería el resultado de una combinación de dos ‘relojes’ externos: las fuerzas de marea de los planetas -efecto secundario de la fuerza de la gravedad por el que la forma de un cuerpo es alterado por la gravedad de otro lo suficientemente grande que desencadena un abombamiento- y el propio movimiento del Sol en el sector gravitacional del Sistema Solar. Planetas Del mismo modo que metrónomo
Para el ciclo de 11,07 años, Stefani y sus colegas habían encontrado previamente una duro evidencia estadística de la presencia de un reloj externo, por lo que vincularon este ‘reloj’ a las fuerzas de marea de los planetas Venus, Tierra y Júpiter. Y localizaron que su efecto es mayor En el momento en que los planetas están alineados, situación que ocurre cada cada 11,07 años. En cuanto al ciclo de 193 años, un efecto físico sensible Asimismo viajó decisivo aquí para desencadenar un efecto suficiente de las débiles fuerzas de marea de los planetas acerca de la dínamo solar. Acto seguido de su escepticismo inicial hacia la hipótesis planetaria, Stefani en seguida asume que estas conexiones no pueden ser una coincidencia: «Si el Sol nos estuviese gastando una broma, luego sería con una perfección increíble». Colapsos poco predecibles
Además de los ciclos de actividad cortos, nuestra estrella También tiene otros ciclos mucho más largos, del rango de los 1.000 años. Estos se caracterizan por caídas prolongadas de la actividad, conocidas Como ‘mínimas’, Al idéntico que el más reciente ‘Mínimo de Maunder’, sucedido entre 1645 y 1715 Durante la ‘Pequeña Edad de Hielo’. Al analizar estadísticamente los mínimos observados, los investigadores pudieron demostrar que estos no son procesos cíclicos, Sino su ocurrencia a intervalos de aproximadamente uno a dos mil años sigue un proceso matemático aleatorio. Para verificar esto en un modelo, los estudiosos expandieron sus simulaciones de dínamo solar a un período más largo de 30.000 años. En verdad, aparte de los ciclos más cortos, hubo caídas repentinas e irregulares en la actividad magnética cada 1.000 a 2.000 años. «Vemos en nuestras simulaciones de qué manera se manera una asimetría norte-sur, que de manera ocasional, se vuelve demasiado ferviente y se desincroniza hasta el momento en que todo colapsa. El sistema se convierte en caos y más tarde tarda un tiempo en regresar a sincronizarse», afirma Stefani. No obstante este resultado De la misma forma significa que los pronósticos de la actividad solar a muy largo plazo, por poner un ejemplo, para determinar la repercusión en los desarrollos climáticos, son prácticamente imposibles de determinar.